lunes, octubre 30, 2006

Hacerlo

Me envicié con esto de publicar cosas viejas. Siempre sentí debilidad por este escrito; no se porque, me gusta. Espero que a los lectores también. Déjenme un comentario, a ver que les pareció. Buenas noches, Bariloche...

* * *
Hacerlo

La agitación era tremenda. Su corazón latía como si en cualquier momento fuera a producir su último movimiento, el paro cardíaco.
El de ella también latía, tal vez incluso más fuerte que el de él. Sus cuerpos estaban tan juntos, tan unidos.
Había una conexión espiritual entre los cuerpos, algo invisible los unía, atándolos en ese acto nuevo para los dos. La transpiración era una cera caliente que no hacía más que favorecer la unión corporal, fundiéndolos en uno.
Los movimientos eran cada vez más fuertes, y más fuertes. Ella gemía. El de vez en cuando profería un potente grito.
Hasta que ella gritó tan fuerte, que a él ya no le quedaron dudas. Ese estruendoso chillido solo podía significar una cosa: la función había terminado.

Con ese último grito, él se despertó. Estaba sudando nuevamente. Se despertó agitado, otra vez. El sueño era cada vez más recurrente.
En parte, era perturbador. Pero por otra parte era tan intenso que él, incluso en el mundo onírico, podía sentir el flujo de adrenalina que ese acto, prohibido acto, le infundía.
Quería hacerlo, después de tantos preparativos, quería hacerlo.
Años de educación familiar lo detenían, lo contenían. Era muy difícil para él ir en contra de lo que le habían inculcado durante tantos años. Desde la secundaria, que transcurrió en un colegio religioso, le habían dicho repetidas veces que hacerlo era malo.
No debía hacerlo, y lo sabía. Pero ella lo atormentaba. Su sola presencia le provocaba esa sensación única que hasta ahora nunca había sentido con tanta intensidad.
Era humano, y como todos, había pasado por momentos en los cuales parecía que iba a reventar de tantas ganas.
Había pasado una etapa problemática hace unos años, cuando todos se descontrolaban por la presencia cada vez más notoria de las hormonas. Ahora tenía 18 años y ya se había calmado un poco en ese aspecto. La primera etapa de la adolescencia había sido un tiempo muy difícil, ya que la situación de los impulsos, que se encontraban realmente a flor de piel, y la cantidad de situaciones en que su resistencia se ponía a prueba dificultaban la abstinencia. Mucho había tenido que enfrentar, y se había mantenido estoicamente calmo, controlando todos los impulsos que lo movían a hacerlo.
Ese sentimiento de pertenencia que caracterizaba al momento anterior a la necesidad de hacerlo, se repetía mucho en esa primera época de madurez.
Ahora parecía superado, hasta que apareció ella.
Ella, que era tan dulce e irritante. Tan atrapante como repulsiva. Ella era todo lo que ocupaba su cabeza. El sentimiento era muy fuerte. No sabía qué era, pero sabía que la deseaba. Quería poseerla, al menos por un momento.
Todos los pensamientos que parecían haber caducado en su recuerdo, retornaban a la luz todos juntos, localizados conjuntamente hacia ella como un pelotón en busca de la conquista definitiva. La deseaba.
Con la pobre excusa de un trabajo para la facultad, la había invitado a su casa. La decisión ya estaba tomada en su cabeza, desde la noche anterior: estaba decidido a hacerlo con ella esa misma noche.
¿Y si ella no quería? Lo haría de todas maneras. Estaba completamente decidido. Años de resistencia contra sus propios impulsos habían generado en su interior esa bola de nieve, alimentada por muchas personas, que ahora finalmente arremetía contra una sola, contra ella.
Estaba nervioso. No sabía muy bien qué era lo que tenía que hacer, ni mucho menos. Era un campo totalmente nuevo para él. No sabía moverse bien allí, pero confiaba en que las grandes expectativas depositadas en esto, le darían los lineamientos necesarios para hacerlo bien.
Por lo poco que sabía, debía generar un ambiente propicio. Y lo hizo. Buscó protección, otra cosa que tenía por seguro. No quería dejar ningún legado del acto, que de por si ya le parecía inapropiado, aunque perversamente deseado.
Ella llegó, y no parecía suponer ni intuir nada de lo que vendría.
Llegado el momento, y movido por el pleno impulso enaltecido por la situación próspera, él se abalanzó sobre ella.
En ese momento, ella respondió exactamente como él había soñado que respondería. Tiempo después, se sorprendería pensando que, de haber reaccionado ella de otra forma, era muy probable que las acciones de él hubiesen tomado otro rumbo, totalmente diferente. No se imaginaba seguir con el acto, de no haberse percatado de la adhesión de ella al juego que él le proponía. Ella tomó exactamente el papel que él esperaba que ella interpretara.
Y en ese momento, todos sus recuerdos, sus fantasías y alucinaciones se hacían realidad. Allí estaban los gemidos. Allí se materializaba la unión. Allí se consumaba el acto.
Todo ocurría de manera increíblemente familiar para él. Todo era como él lo había imaginado, como lo había soñado. Sentía más fuerte que nunca, la agitación y la fundición. La emoción, el desconcierto, la excitación.

De repente, todo para él se detuvo. Todo sucedía en cámara lenta. Podía ver todo lo que hacía, y comenzó a razonar sobre lo que estaba haciendo. Se dio cuenta de que, al fin, lo estaba haciendo.
A cada penetración, seguía indefectiblemente un grito de ella, cada vez más ahogado. Él disfrutaba de cada penetración, por la pasión que transmitía en ella. Cada una de ellas contenía muchas que hasta ese entonces estaban contenidas, destinadas originalmente a otra u otras personas, pero que ahora se descargaban contra ella.
Ella gemía al ritmo de estas penetraciones, y luego llegó, el esperado y temido último grito de ella. El mismo que significaba tanto que él había logrado lo que quería, como que el acto había terminado. El grito de ella, acompañado por un último rasguño a la cara de él, fue potente. Los músculos, hasta ahora tensos, se relajaron lentamente. Él se tranquilizó también, perplejo por la mirada única que había en el rostro de ella. Se quedó observándola, con cariño y nostalgia. Ya no era la misma que cuando él la había visto por primera vez. A partir de ahora, no sería la misma a sus ojos; sería para él una persona mucho más especial, que siempre recordaría: la compañera de su primera vez.
Satisfecho, retiró el cuchillo del cuerpo antes lozano de la muchacha. La última puñalada había atravesado su pulmón derecho, dándole apenas 10 segundos de vida, los justos para que ella le dejara esa marca en la cara. Miró el cuerpo de su muchacha, tendido en el suelo. Su mirada parecía distante, allá por las profundidades de la muerte, pero mantenían una cierta expresión de sorpresa, mezclada con la evidente fuerza que había puesto al servicio de su salvación. Mientras la observaba, se sentía orgulloso de él mismo. Había logrado superar sus temores. Había logrado acallar años de educación que no lograba aceptar. Había logrado lo que tanto ansiaba, hace tanto tiempo: hacerlo…

* * *

Esto es de una época de mi vida donde estaba medio obsesionado con la literatura de terror, con las peliculas de terror, con matar gente. Después se me pasó

Una nueva religión

Desempolvando archivos de texto, encontré esta agudísima reflexión teológica, de hace casi dos años. Dedicado a mi amigo Eustaquio, que me recomendó que republicara viejos escritos, y a su novia La Maga, lectores de este blog. Disfruten:

Acabo de tener un primer (y nefasto) encuentro con un personaje que, si bien hacía ya un tiempo no era santo de mi devoción, ni mucho menos, nunca había tenido la oportunidad de observar en toda su dimensión.
Fue así como sentado frente al televisor de mi cocina, pasé por el canal Discovery Kids, señal profunda si las hay, y divisé para mi sorpresa, que estaba justo comenzando un capítulo más de un programa que el día de mañana será recordado, seguramente, como uno de los peores responsables de la futura estupidez mundial. Hablo de "Barney y sus amigos". Así es, este despreciable animal semi homínido, bípedo, de un morboso color púrpura y de una estrechez mental evidente.
Sin embargo, siendo una de mis "políticas de vida" el hecho de conocer lo más posible aquello que más critico (tal vez como extensión de eso de "amar a los enemigos") es que me dispuse a soportar los 28 minutos que dura esta melodiosa tortura a nuestro intelecto.
Casi instantáneamente, a los pocos minutos de comenzado el capítulo en cuestión, me surgió una reflexión que es el objeto de este escrito... y fue puntualmente por una acción particular: Barney estaba dialogando con unos chicos (siempre hay chicos, y muchos) sobre la comida, ya que uno había preparado un mejunje horrible con todos sus "bocadillos" preferidos (el pibe había mezclado un piso de arroz, con aceitunas, cerezas y no sé que más, cualquiera se mandó...) y se lo dio a probar a unas amiguitas. La reacción normal de cualquier niño "real" (no de los que aparecen en el programa, que se oyen como si fueran prefabricados en "Barney's Inc.") hubiese sido escupir esa cosa horrible, maldecir a viva voz al pibe, y seguramente burlarse un rato de él hasta destruir un poquito más su autoestima (que es lo que los niños suelen hacer entre si). Obviamente, eso no fue lo que sucedió, sino que con toda diplomacia le explicaron, que si bien valoraban la actitud de compartir su bocadillo, no les gustaba mucho... El pibe se fue chocho a buscar a otro que le gustara tanto como a él el amasijo ese que había hecho. Pero antes, hablaba con Barney sobre un nuevo mejunje, pero esta vez, dijo que lo haría de frutas varias (lo cual es mucho más común, seamos realistas, quien no ha hecho una ensalada de frutas con las sobras de esas frutas que nadie come y que están en el fondo de la heladera). Barney se copó con la idea, y así, de la nada (y atentos al detalle) MATERIALIZÓ ante los ojos de los pendejos una parva de frutas sobre una mesita que estaba oportunamente a unos metros de ellos.
Esto despertó particularmente mi atención, que ya se estaba desvaneciendo, a decir verdad. Y es cuando comencé a ver a este amorfo reptiloide morado de otra forma... y me pregunto: ¿No hay todo un culto a este bicho demoníaco? o mejor dicho, ¿No está presente aquí un germen de una nueva religión?. Explico esto...
Este animal materializó una cantidad suficiente de comida para los tres pibes que estaban con el. Y ojo, no es que "multiplicó" la comida... la materializó de la nada, por mero antojo. Pero esto no es lo único que asemeja al amorfo a los cultos religiosos.
Hay todo un ambiente místico en los capítulos de este programa, que excede el ámbito de la razón. Pensemos sino en como comienzan los capítulos: El animal se nos aparece como un pequeño peluche inofensivo, de no más de 40 cms de alto. De pronto, y sin mayores formalidades ni requisitos, se convierte (con una lluviecita de estrellas de por medio) en un animal que dobla en altura a los pibes, que más o menos medirán 1,40mts. Pasa de ser un ente inanimado a un animal de una altura considerable (al menos, por contraste). Y yo me pregunto... ¿no es esto un milagro? Nos lo están mostrando, por favor! Ante nuestros ojos, un muñeco cobra vida y triplica su tamaño! Si esto no es un milagro, ¿que lo es en la televisión de hoy en día?
Ahora bien, en el programa (como ya lo dije) hay siempre un número considerable (aunque variable) de niños que rodean al dinosaurio devenido en profeta. Y no exagero, ya que es él quien les da lecciones morales, indicándoles que es lo que está bien y lo que está mal, como si un Ser Superior lo estuviera guiando, como si le estuviera pidiendo que guíe al pueblo de los niños a través del desierto de la vida cotidiana hacia la tierra prometida.
No sólo esto, sino que los niños aprenden de él, y luego transmiten sus enseñanzas a sus amiguitos, o a los que cuando Barney daba la lección moral, estaban fuera de escena. Y no lo hacen con la despreocupación que caracteriza a los pequeños de esa edad, sino que se los ve eufóricos, dando gritos y saltos, atravesados sin dudas por una Gracia que les llega a través de su profeta, Barney. Así, estos niños se convierten en discípulos de este mutante morado, apóstoles si se quiere, encargados de llevar al resto del pueblo la palabra de Barney.
Seguramente muchos de los niños que salen en este programa, el día de mañana negarán a Barney... no tres veces, sino muchas más, de una que muchas más.
Otro aspecto a tener en cuenta es la forma en que se desarrollan estos capítulos. La disposición de las acciones deja entrever toda una liturgia propia detrás de las emisiones del programa. Los personajes, los pequeños apóstoles, danzan y cantan en compañía de Barney. No les sorprende que un dinosaurio de peluche de dos metros y medio esté rimando al ritmo de una música que sale vaya-a-saber-uno-de-donde, lo que demuestra su incondicional fe. Ninguno de ellos se ha preguntado jamás (al menos en cámara) de donde proviene Barney, como llegó allí, quien lo engendró, o como es que cobra vida cada semana. Simplemente saben que él "es su amigo", y seguramente están convencidos de que los llevará por el camino de la salvación.
Al finalizar el capítulo, cuando el animalote cree finalizada su tarea en la enseñanza moral de los pequeños (al menos en lo que respecta a esa semana), se despide escuetamente, y retorna a su estado vegetativo, inanimado. A la próxima semana, una y otra vez, vemos como recobra la vida delante de sus pequeños apóstoles, efectivizando el verdadero milagro, reconocido por muchas religiones, de la reencarnación de lo divino. Y no sólo una vez, sino todas las semanas!
Definitivamente, éste no es un programa más para niños... es una campaña de publicidad de un movimiento religioso que viene pisando fuerte, basado en la figura carismática aunque irritante de un ser deforme y de colores vivos, que viene con un mensaje de paz y amor para los hombres. Muchos escépticos dirán que es solo un programa de TV, pero la cantidad de niños que todos los días encienden la televisión de sus casas, y posan sus asentaderas a pocos metros de la pantalla, repitiendo las canciones y riendo sin parar, son una prueba casi irrefutable de fe. Aquellos que no crean, se perderán del mensaje de amor de este obeso profeta púrpura.
Muchas son las preguntas que quedan ahora, sueltas... probablemente, la que más les haya golpeado el alma sea “¿que carajo hacía este pibe de 20 años mirando un programa como ése?¿Tan al pedo está?”. La respuesta a esa, y tantas otras dudas más, no pueden ser contestadas por la razón... son un misterio...

* * *

Un personaje más que interesante

Siempre me gustaron los personajes. Las peliculas, las series, etc. por mas buenos que sean sus guiones, siempre preferí los personajes. Si me dan a elegir, toda la vida me quedo con una buena actuación antes que con una buena película (si las opciones son excluyentes, obvio). Me encanta una buena actuación, disfruto las expresiones, las gesticulaciones y las interpretaciones de los buenos actores.
Pero como suele pasar: la realidad supera a la ficción.
Me estaba acordando hoy de un personaje mas que interesante que conoci hace poco mas de un año, estando de viaje con unos amigos. Entre estos amigos, estaban dos: Augusto y Juan Ignacio (los nombro porque si no, se enojan; sobre todo el segundo...).
Fuimos a un lugar del interior de este maravilloso y extravagante lugar que es Entre Ríos (cuna de Pequeño Nietzsche), en razón de un congreso. Estando en una de las instancias de este encuentro, decidimos salir un momento del salón donde estábamos, para descansar y tomar algo de aire. Augusto había salido un rato antes, y lo encontramos afuera. El personaje al que me refería merodeaba la zona, pero nosotros no lo conociamos aún.
Cuando encontramos a Augusto, nos contó que habia andado recorriendo el lugar donde estabamos (una facultad), pero no terminó de contarnos bien, porque fue interrumpido por la llegada de alguien. Era el personaje.
Una mujer, de unos 50 años largos, pelo encanecido y baja estatura. La piel era arrugada, los ojos levemente salidos y sus ropas bastante deshilachadas. Se acercó a nosotros, que estabamos reunidos en rondita, eramos unos 5 o 6. Se acercó, como si nada, nos preguntó algo que no me acuerdo, y ante la poca bola que le dimos, al ratito se fue de nuevo a merodear por ahi. Nos miraba, de lejos. A nosotros nos pareció un poco raro, pero seguimos hablando lo más bien. Al rato se va, y vuelve un par de minutos después, con un cigarrillo en la mano. Se acerca a nosotros, de nuevo, a pedir fuego. Uno de mis amigos le da el encendedor, la mujer prende el cigarrillo y da la primer pitada. Agradece mientras devuelve el encendedor.
El resto de nosotros, no le prestamos atención a la mujer. No por malos, no teniamos nada de que hablar con ella. Hasta que la mujer prorrumpe por sobre las voces, en medio del circulo de personas, diciendo "La verdad, yo no fumo... era para que me den un poco de bola, nomas".
Silencio. No sabiamos que decir. Algunos aguantaron la risa, otros sonrieron. Su tono de voz era parco, un poco carrasposo. "Es que ustedes estan en grupo, son todos amigos, por eso... no hablan conmigo. El unico que me dio bola, y que me llevo a recorrer la facultad fue este chico". Lo señala a mi amigo Augusto. Ahi si que todos nos empezamos a reir. Incluyendo a la señora, que también empezó a reir con una risa estruendosa, macabra, confusa. A la señora le faltaban no solo varios jugadores, sino tambien el ayudante de campo, el director tecnico, el referi, el lineman y media hinchada de boca en un superclásico. Resultó que el rato que mi amigo estuvo fuera del salon, sin nosotros, habia estado dando vueltas con este personaje. Despues nos contó que la vieja le hablaba sin parar, que decia incongruencias, y cosas asi.
La señora se quedó ahi, hasta que nos empezamos a dispersar, algunos entramos de nuevo al lugar de las conferencias, otros se fueron para otros lugares de la facultad. La señora siguió ahi, por los pasillos, preguntándole a la gente qué hacia, de donde venia, si tenian novio y preguntas por el estilo. A la legua se daba cuenta uno que no tenía todos los patitos en fila. Un personaje más que interesante.

martes, octubre 24, 2006

Pre Mortem

No le tengo miedo a la muerte. No es una aseveracion soberbia ni mucho menos, es la verdad. Si llega, llega; que se le va a hacer. En realidad, le tengo un poco de miedo a la muerte pero a la de los demás, no a la mia. No creo que me vaya a enterar si me muero. Quien sabe. En fin, lo que estaba pensando es en el funeral.
¿Qué significa eso? ¿Porque mostramos el cuerpo de una persona, que quisimos cuando estaba viva, a los demás? ¿Significa realmente una forma de recordar, despedir o conmemorar al fallecido?.
En realidad, creo muy poco en todo esto... "Dejar que los muertos entierren a sus muertos". No tengo nada contra la practica de estos rituales, para nada: no me molestan ni me parecen ofensivos ni dañiños en si mismos. Me parece que ante la situacion de la muerte, que evidentemente nadie entiende, cada uno puede reaccionar como se le antoje; entre esas posibilidades, dandole una ceremonia en una sala de velatorios.
Sin embargo, utilizo esta pagina para dejar algo sentado, teniendo en cuenta principalmente que yo, como mortal, no escapo a la imprevisibilidad de la muerte, y que sin demora puedo morir esta misma noche mientras duermo, o mañana de mañana arrollado por un camión sisterna camino a la facultad. Lo que quiero dejar asentado, de aqui hasta que se ocurra revocarlo, es un esbozo de como me gustaria que fuera MI entierro. Repito: no tengo nada contra el velorio normal, "standard", pero teniendo en cuenta que yo, Pequeño Nietzsche, en pleno uso de mis facultades, no les encuentro sentido en vida, menos sentido les voy a encontrar una vez que expire. Por eso, y sobre todo basandome en ciertas ideas mias sobre la vida y la muerte, es que quiero aprovechar para dejar claro esto.
Dice Schopenhauer "Y en una vida tan engañosa, ¿que momento hay bastante serio como para no consentir un instante de buen humor?". Schopenhauer! El filósofo del pesimismo diciendo eso! Hay mucha grandeza en esa frase, y está bueno llegar a un punto donde uno puede realmente interiorizar ese pensamiento... Creo que en lo relativo a mi muerte quiero aplicar esto. Para ello, me gustaría dejar algunos deseos escritos para ese bello momento.
No quiero que mi velorio sea algo funesto; no me gusta el ambiente gris, solemne y triste de un velorio. Que me velen, perfecto, no hay problema. Pero no quiero que sea un momento triste, al contrario!. Si me van a recordar, mejor que me recuerden con cariño y una sonrisa. Si me van a despedir, prefiero que sea con una carcajada. Si quieren conmemorarme por algo, que sea por algo alegre, si es que mi participacion en sus vidas fue minimamente provechosa. Quiero que haya decoración de colores en todo el lugar. Que haya personas encargadas, en la puerta, de que todo aquel que entre a mi velorio, tenga una pieza de cotillón en su poder. Una guirnalda colgando del cuello, una peluca de colores, dientes de drácula, y mi favorita: una nariz roja de utilería. Que nadie entre vestido de luto; si va de negro, que sea con onda; prefiero colores vivos (sobre todo, para contrarestar conmigo, que voy a estar muerto). Que haya mucha comida, especialmente, pequeños sandwiches de milanesa tamaño copetín. Largas guirnaldas colgando de las paredes que digan BIENVENIDOS con muchos colores. Un televisor en algun rincon que este todo el tiempo proyectando Los Simpsons (para eso dejo mi coleccion de VHS). Que suene musica de fondo, alegrona, de vez en cuando algo de La Renga y Los redondos para levantar a la muchachada. Que el cajón esté rodeado de globos, haya sillas reclinables cerca del mismo, y encima de el, colgado de la pared, un gran cuadro con una foto mia sacando la lengua y con los ojos bien grandes, fotografia que prometo sacarme lo antes posible. Estaría muy bueno que me pongan una sonrisa en la cara, que me maquillen tipo Krusty the Klown, y sería lo máximo que el cajon estuviera completamente abierto (salvo que mi muerte sea por una catastrofe y el cuerpo, pese al trabajo de los funerarios, esté completamente destrozado) y que encima mio pongan una muñeca inflable: eso causaría la risa de cualquiera que entrara a ver el cajon, medio desprevenido. Y si me permiten pedirles algo a todos aquellos que quieran pasar en ese momento por esta pequeña fiesta, me gustaría que, a modo de verdadera conmemoracion, tomen sus copas un segundo, y en algun momento de la noche, todos se abracen y empiecen a saltar, tipo viaje de egresados. Que salten, brinden, rían y lloren si quieren (siempre que sea de alegria), al canto unánime de "ea ea ea ea, ea, ea, ea e... Un minuto de silencio... PARA ARIELZO QUE ESTÁ MUERTO!". Asi, les prometo que no voy a volver del más allá a atormentar a ninguno de uds. Sean felices.

domingo, octubre 22, 2006

Encuentros

Hay algunos ritos sociales que no entiendo. Bueno, a decir verdad, hay muy pocos que entiendo... Uno de los mas comunes, es encontrarse con una persona en la calle.
El comportamiento de los bípedos en este tipo de circunstancia es digno de un comentario.
Al estar todos los que componemos, con gusto o sin el, esta sociedad, estamos obligados a compartir espacios físicos comunes. Esto lleva, a su vez, a que todos, sin excepción, incluso aquellos que nos esforzamos dia a día en ser un poquito más ariscos y antisociales, nos veamos expuestos a la terrible posibilidad de encontrarnos, en cualquier momento o situación, con una persona o grupo de gente conocidos.
Para estas circunstancias, existe una cierta etiqueta, un "comportamiento esperado", una cortesía predeterminada. Al parecer, la situación amerita cruzar dos palabras con la persona encontrada. Las palabras a usar serán pocas o muchas según grados de relaciones, que ya veremos. En principio, la minima expresión aceptable es un saludo, que solo significa dos actos linguisticos (foneticos, segun etiqueta) uno por cada parte. El uso social ha llevado a reducir más el mínimo, aunque esta reducción no entre específicamente en los cánones de la etiqueta, por lo que puede molestar a alguno cuando se usa. Este minimo consiste (por eso la aclaracion que hice al hablar del caracter fonético de los signos a utilizar) en un leve movimiento, ya sea de manos o de cabeza, que signifiquen socialmente un saludo. Se reemplaza asi la palabra, por un signo corporal que exteriormente equivale a aquella. Esto se considera válido cuando la distancia entre las personas imposibilita la comunicación oral (al menos, sin quedar como un tarado). Ej: cuando nos encontramos en una calle muy transitada, y vemos que por enfrente, también rodeado de gente, se encuentra algún conocido al que no queremos detenernos a saludar, hacemos ese movimiento y directamente seguimos nuestro andar (el paso debe ser firme, de lo contrario, si bajamos de velocidad o nos detenemos levemente, ya el otro puede entender que estamos invitándolo a detenernos mutuamente a perder un par de minutos juntos hablando de superficilidades, caso en el cual nuestro misántropo fin de seguir adelante se puede ver estúpidamente truncado por nosotros mismos, lo cual sería una verdadera lástima).
Como decia, en este caso se considera válido el saludo meramente corporal, ya que si le gritamos de una vereda a la otra a alguien, en medio de la gente, podemos pasar por locos, enfermos, o en el peor de los casos, gritarle en el oído a uno que justo intentaba pasarnos por el costado.
Poco se entiende que quede fuera de la posibilidad de saludo corporal el uso de las piernas. Solo se utilizan el movimiento leve de cabeza (hacia abajo, en un signo que emula reverencia, significa "adios"; el movimiento de cabeza hacia arriba, arqueando un poco los ojos, significa "que haces/como andas"). Sin embargo, una buena patada al aire, o un leve chasquido de tobillos podria en el futuro constituir una simpática y cálida modalidad de saludo en la calle.
Sin embargo, los más asquerosos usamos este método, el fisico, incluso en casos donde la comunicación sigue siendo posible. Esto no es recomendable, ya que la gente puede no reaccionar muy bien ante este gesto casi despectivo. Sigamos adelante.
siempre se pregunta "¿Como andas?", incluso sabiendo de antemano que no existe tiempo suficiente para responder a esa pregunta sin detenerse (o al menos seguir hablando solo); pueden las personas detenerse un momento (depende el grado de compromiso, que depende a la vez de lo mucho o poco que se conozcan).
¿Qué sucede cuando, por voluntad propia o por pura estupidez, nos encontramos en la situación en que nos detenemos a hablar con el otro? Dependerá de cuánto conozcamos a la otra persona. Si es un amigo, no hay problema, cada uno sabrá que hacer. El problema se presenta cuando es un mero conocido, que nos detuvo en la calle impidiendo nuestro paso y obligándonos a dirigirle la palabra. En este tipo de casos, sea como sea que haya producido el cruzamiento de las personas, lo mas recomendable es detenerse y permanecer asi hasta cumplir lo necesario de la charla; lo que quiero decir, es que nunca, bajo ninguna circunstancia, se debe preguntar a un conocido "vas para alla? bueno, vamos", adosándolo a nuestro viaje, vayamos adonde vayamos. Si dos personas se encuentran mientras caminan hacia la misma direccion, el sabio se detendrá y forzará la situacion para no continuar ambos en el sentido anterior al encuentro. ¿Porque esta medida drástica, que puede sonar exagerada? Porque si seguimos caminando con esta persona, el encuentro, tanto en su longitud como en su temática (pero principalmente en su longitud) se escapa de nuestras manos. Nunca sabemos hasta donde esa persona va a seguir junto a nosotros; es un riesgo que no podemos correr. Si nos dirigimos ocho cuadras mas alla, no deja de ser probable que la persona que invitamos a acompañarnos continúe esas ocho cuadras a nuestro lado: esto, en compañía de un mero conocido, puede constituir uno de los peores castigos sociales posibles, equiparado solo a las antiguas medidas de destierro y muerte civil.
Los temas escasean, el tiempo no pasa, el lugar al que ibamos nunca nos alcanza. Lo importante de esta situacion es siempre mantener el control, que todo lo que pueda depender de nosotros, dependa de nosotros.
Cuando se comienza a tornar un poco forzada la charla, y ante el menor indicio de ello, se debe abandonar a la persona de manera inmediata. Es siempre mejor que la charla sea corta, a que termine sonando demasiado forzada. Siempre que se quiera escapar con unas pocas palabras, se puede usar el método del "estoy apurado, me cierra el negocio...". Asi, usted mantendrá una imagen activa, alegre, macanuda. Si no, se van a despedir los dos pensando para sus adentros: "Cada vez es más jodido hablar con este pibe". Mejor retirarse en el mejor momento. Utilice a las personas que iban originalmente con usted, diciendo por ejemplo "me voy porque me estan esperando y me van a matar"; esa es una salida genial. No se engolosine pensando que usted es capaz de llevar una larga y entretenida conversacion con cualquiera. Es muy probable que, efectivamente, no pueda hacerlo.
Siempre que vea que, luego del saludo, la otra persona camina para el mismo lado que usted, recurra (si concuerda con lo que usted dijo que estaba por hacer) a cualquier negocio o vidriera cercana, hasta que la otra persona se aleje lo suficiente. Un reencuentro luego del saludo puede ser mortal.
Para terminar, y a modo de ejemplo, voy a contar una situacion, vivida hace unos dias, en la cual todo lo que acabo de recomendar no fue aplicado, y se desencadenó en una seguidilla de hechos lamentables y con consecuencias terribles.
Caminábamos con Eustaquio, un amigo mio, por el parque como solemos hacer. Era de nochecita, habia algo de gente. Ibamos hablando, por la vereda, y mi amigo ve de reojo que por la calle, a punto de (inevitablemente) cruzarse en nuestro camino, iba una conocida de el. No una amiga, una vieja conocida que ya casi no ve, y con la cual no tiene muchos temas de conversacion. El encuentro se produjo, y no se respeto la primera regla: en ese caso, correspondía detenerse, saludar brevemente, y seguir camino por otro lado, o volver. Pues no, se saludó, y se dijo "vas para alla? bueno, vamos". Error, grave error. Caminamos dos cuadras, durante las cuales se agotaron los temas standard: como andas, que es de tu vida, lo has visto a (X, conocido en comun), que tal la facu, viste que calor que hace, etc. En ese momento, el error garrafal del principio podia ser salvado. Pero no. "Nosotros doblamos para alla.. ¿vos?" "También". Gravisimo error! Por favor, gente, piensen lo que hacen! Se están matando mutuamente!. Ahi estaba perfecto para decir: "¿Para donde vas vos? Ah, nosotros volvemos para el otro lado", y ahi si, chau, nos vemos, saludos a X, que sigas bien, bye.
Más cuadras de torturas. Los temas escaseaban. Los silencios estaban ahi, a la vuelta de la esquinita, esperando que se cansen de preguntarse lo mismo de distinta manera. Mi amigo ya apeló a recursos linguisticos que denotan a la legua que está desesperado: "Asi que estás estudiando Decoración..." (Silencio) "Decoración...". Nota: quien repite, está pensando qué otra cosa puede llegar a preguntarle para que se entretenga hablando una cuadra e irse al carajo. Transcurridas unas cuadras mas, mi amigo se iluminó, y ahi si, le dijo "nos vamos para allá" (lease, cualquier lado) "chau". Por fin se habia terminado el calvario. Pero no.
Paraná es chico. A los 15', la encontramos de nuevo, en otro lugar, a unas cuadras de donde la habiamos dejado. Ya no estaba sola, sino con la hermana y la sobrina. A mi amigo Eustaquio se le apagaron estúpidamente las luces recien encendidas y, en lugar de pasar velozmente por el costado, hacer un minimo comentario alusivo a que "otra vez vos, jeje", y seguir con un saludito... No. Se paró, saludó de nuevo, hola yo soy Eustaquio, juguetear con la sobrinita. Conclusión: tres cuadras más, hablando no solo con la conocida con la cual ya no tenia tema para hablar, sino también con la hermana que practicamente no conocia. Los comentarios mas estupidos surgen alli, donde el silencio realmente está golpeando los bordes tratando de adueñarse a toda costa de la situacion. Por fin llegamos a un punto donde (ya por voluntad de las dos partes) decidieron poner fin a la farsa, chau nos vemos, por favor andate rapido no te quiero ver mas de aca a un mes. Las reglas son importantes! Memorícenlas si es necesario. El pequeño ser odioso que llevan dentro se los va a agradecer.

martes, octubre 10, 2006

Lo milagroso

Hoy estaba lloviznando en Paraná. Como se darán cuenta, me gusta la lluvia. Hoy salí de mi casa, y de camino hacia donde me dirigía, sentí una gota. Como ya habia llovido en el dia, pense que podia provenir de alguna rama, borde o cañito que aun contenia agua de lluvia. Al ratito, otra gota. Y otra.
Veo el piso, y estaba salpicado con pintitas oscuras.
Miro el cielo: casi despejado.
Se intensificó un poco la llovizna. Y el cielo no se oscurecía. Las nubes negras ya se habia retirado, quedando algunas grisáceas.
El sol se mostraba, y sin embargo, seguían las minusculas gotitas invadiendo la tranquila y soleada siesta.
La gente, exagerada como siempre, abrió algun que otro paraguas. Yo no. Disfrutaba esa llovizna suave, limpia, refrescante.

La creencia popular dice que cuando llueve y hay sol, se casa la hija del diablo.
No se si eso habra pasado hoy, pero alguna fiesta parecia estar aconteciendo en ese momento. Y todos estabamos invitados.
Amén.

jueves, octubre 05, 2006

Paisaje

Hace unos días llovió en Paraná. Después de unos cuantos días sin gotas, hubo una gran tormenta aislada, esas que llegan cuando el calor se hace insoportable.
Yo estaba en una biblioteca subterránea, donde pude ver con sorpresa como los faros automáticos de la calle se prendían a las 17:30. Claro, la oscuridad era casi nocturna. Un espectáculo increíble.
Llovió mucho, en poco tiempo.
Yo no me mojé. La verdad, no me molesta particularmente el hecho de empaparme con la lluvia; nunca entendí mucho el problema de la gente con mojarse bajo la lluvia, sobre todo teniendo en cuenta que gran parte de la población se baña seguido. Y muchos, de buena gana. Supongo que habría que concluir que a la gente le encanta sentirse húmedo, pero en privado.
En fin, si bien a mi esto no me molesta tanto, elegi los momentos para deambular descuidado por las calles atiborradas de gente que intentaba escapar inútilmente de las gotas de lluvia.
Llegué a la facultad donde tenía clases, aunque no las tuve. Lo importante sucedió después.
Salía del edificio con unos amigos. La lluvia había cesado. Estábamos en la puerta, a punto de emprender la retirada, y nos paramos ahí, los tres nos detuvimos en seco.
El paisaje era increíble. Daban ganas de abrir los ojos bien grandes, y sacar una instantánea del momento.
A la derecha, el cielo se despejaba destellando un color ámbar que parecía oro puro. A nuestra izquierda, todavía amenazante aunque en plena retirada, el negro nubarrón continuaba su marcha, rugiendo algún trueno aislado de vez en cuando.
Y enfrente nuestro, en medio de una enorme pincelada púrpura que alcanzaba a manchar incluso el edificio de la Municipalidad, se desplegaba el enorme y nítido arco iris, que iba desde el Colegio, pasando por encima del enorme reloj, y perdiéndose en el estacionamiento.
No pudimos decir mucho; solamente lo miramos un rato. Después nos saludamos, y cada uno se fue para su lado, con una leve sonrisa en los labios...

lunes, octubre 02, 2006

Va cayendo gente...

Me divierte ver a la gente caer. Tengo que confesarlo, me encanta ver gente caer. Mi diversión se empaña un poquito cuando resulta algún daño a la persona, aumentando según la gravedad del mismo. Así y todo, me encanta la gente que cae. A falta de gente que cae, me divierte mucho recordar a gente que ha caído en mi presencia.
Cada vez que lo hago, puedo empezar a reirme de la manera mas idiota, yo solito, sin que nadie a mi alrededor entienda nada. Ni hablar de cuando el que se cae soy yo.
Poseo la increible virtud de caer siempre de manera muy, pero muy cautelosa. Caigo en cámara lenta, como dicen.
Más de una vez me ha pasado. Esa sensación inexpresable de sentir que uno se está cayendo, y la imposiblidad de impedirlo de alguna forma. Sin embargo, en esas situaciones, aunque uno en una minima fraccion de segundo sepa que se está yendo a la mierda, y sabiendo que no hay forma de impedirlo, no se deja caer e intenta con el cuerpo, de alguna forma estrambótica, permanecer erguido a pesar de todo. Todo este candombe me lleva a caer siempre lentamente.
Como para ejemplo basta un botón (nunca entendí mucho ese dicho), les cuento algunas sensaciones relativas a caídas que han sucedido últimamente.

Estando en el parque con un grupo de amigos, me llamó mucho la atención una pequeña botellita de vidrio que estaba tirada en la vereda. Nosotros estabamos sentados en el cesped, a un par de metros. La botellita estaba inocentemente acostada en medio del paso de la gente. Y lo que más me llamó la atención es que de todos los que por allí pasaban, más de la mitad se comía la botellita. La gente se chocaba esa inocente ex contenedora de líquidos.
Una vez me hube percatado de este detalle, mi lado oscuro se despertó, se sacudió un poco la modorra y estaba con un ojo pendiente todo el tiempo de la botellita. ¿Qué esperaba? Obviamente, que algún adolescente (preferentemente vestido con ropa de marca) pusiera la suela de su zapatilla exactamente sobre la superficie lisa del cuerpo del recipiente que retozaba al sol, y siguiendo las casi invariables leyes de la fisica, opusiere todo su peso al contorno incierto y redondo de la botellita, para producir así la monumental caída que habría de proveernos a mi y mis amigos largos minutos de diversión gratuita y sana (para nosotros, no para quien recibiera flor de golpe).
En fin, como la vida no es perfecta ni mucho menos, nadie se cayó, y la botellita siguió echada frente a la indiferencia de los transeúntes.

Por otro lado, estuve en Buenos Aires un par de días. Estaba yo mirando muy aburrido un partido de básquet entre cuatro amigos, cuando fueron sorprendidos por una fugaz tormenta. Todos corrieron donde estaba yo (que era el unico abajo del unico techito del lugar donde estábamos), hasta que paró un poco de llorar el cielo.
Cuando esto sucedió, lentamente todos volvieron a sus actividades pre-llovizna furiosa. Sin embargo, los amigos del básquet no volvían.
De repente, uno de ellos, entra a la canchita por el costado, picando una pelota. Estaba solo. La cancha estaba un poco mojada, ya que no habían pasado ni 10 minutos desde el cese de la lluvia. Cuando el inocente deportista se detuvo, tomo el balón con las dos manos, y levantó la cabeza (confiando tal vez demasiado en la adhesión al piso de sus zapatillas), las suelas de su calzado no se detuvieron un carajo, y lo llevaron a una resbalada digna de video de bloopers de mi época.

Hoy llovía en Paraná. Estaba yo en la puerta de la escuela Belgrano, y un tipo bajó como tres escaloncitos de golpe al querer salir a la calle. No me pude reir porque estaba hablando con un profesor, pero después me la cobré cuando se fue.
El otro dia me acuerdo que también cerca mio se cayó una señora, aunque no fue muy gracioso.
Hoy se cayó un nene cerca mío, tratando de hacer un salto en largo sobre un charquito.
Ese si que fue gracioso, sobre todo por el pequeño ataque que le dio a la madre al ver la ropa sucia del nene.

Ja!.

Cuando Pequeño Nietzsche conoció a LeeVon Kennedy...

Ni siquiera sé si se escribe así... y juro que jamás, pero jamás jamás me imagine que los oscuros senderos de la vida me podían llevar a, en alguna circunstancia, escribir sobre este cruento personaje. Pero aquí estoy...
Para quienes no tienen ni idea de quien es LeeVon Kennedy es una mujer, residente en Argentina, que dice ser hija de JFK. Parece que también está metida en la adivinación y la brujería. Pueden visitar su pagina quienes quieran: http://www.leevonkennedy.tv/ vayan a la sección "La artista", ahi hace un recorrido por su vida, jeje. Es una tarada. Pero así y todo, tiene un artículo en wikipedia... Increíble.
Es extravagante (le guste a quien le guste, lo es...); mujer grandota, pinta de trava, acento raro, y labios como un hígado cortado para milanesas.
De vez en cuando sale en la tele, haciéndose la fina.
Tiene de glamour lo que yo tengo de canadiense. En fin, es increíble que una persona que dice haber hecho tantas cosas alrededor del mundo (dice haber modelado para Armani, hecho mas de 70 recitales en vivo, incluso con Tina Turner, y muchos etc...) iba a encontrarse conmigo en tal situación.

Estaba yo a punto de salir de mi casa una siesta, eran cerca de las 16 y salia tarde. Estaba apurado, y justo tocan el portero. Atiendo, pregunto quien es, y con voz rara me dicen "Hola... vengo a obsequiarte el regalo del dia de la madre para tu mamá...".
Silencio.
Le contesto: "Aja..." (como para que siga el discursito)
Silencio de nuevo...
"Ya va"
Bajo las escaleras, y por un vidriecito de la puerta de casa, veo mas o menos una masa pseudohumana de colores brillantes a la luz del sol de la siesta paranaense. Una mezcla de rosados y amarillos, con unos anteojos grandes que delataban que por ahi abajo tenía que haber algo asi como un par de ojos.
Abro la puerta, y la veo. Era ella. Para mi, era la mismísima LeeVon Kennedy, que venía a mi domicilio a ofrecerme perfumes baratos. La charla no fue muy fluída, yo estaba tratando de aguantarme la risa, y eso no se combina con el habla (o puede resultar desastrozo). Me dijo su nombre (que no recuerdo, sobre todo porque para mi, me diga lo que me diga, era LeeVon Kennedy). La muy reventada me dijo que el perfume podía ser para mi mamá "o mi señora"...
Ahi nomas perdimos amistad, y le agradeci pero que no estaba en condiciones económicas, que no le quería hacer perder más tiempo y tal vez la próxima, mucha suerte, nos vemos.
Ella se fue. Como yo también me estaba yendo de mi casa, cuando salí pude ver que todavía estaba a unas casas de mi humilde morada, caminando lento bajo el sol que rajaba.
Cerré la puerta al salir, fui por enfrente y le di un vistazo de costado cuando pasé por donde estaba.
Ese fue mi encuentro con LeeVon Kennedy...