sábado, marzo 17, 2007

Numeritos

En mi recorrida eterna en búsqueda de observaciones y explicaciones sobre la conducta humana, tuve ayer la inmejorable posibilidad de estar en un lugar privilegiado para contemplar la fascinante naturaleza de estos seres insufribles.
Estuve más de media hora delante de un artefacto de esos que son harto conocidos por todos, y sin embargo es muy difícil de definir con palabras técnicas... Asi que lo voy a llamar normalmente, para que todos entiendan lo que digo: una maquinita expendedora de numeritos de turno (o de espera). Son los clásicos adminículos, generlamente rojos, que suelen ir acompañados por el cartelito de "Retire su número aquí", y que se puede hallar en comercios y consultorios médicos.
El aparatejo es ingenioso: una rueda de numeritos correlativos, un mecanismo deslizante adentro, una boca por donde sale la tira de numeritos y una sierrita abajo para cortar individualmente los cuponcitos, dejando incólume el numero posterior y por lo tanto, la continuidad del sistema.
Sin embargo, un mecanismo tan simple, que solo exige de la persona el movimiento conjunto de tomar el numero saliente del aparatito, y pulsarlo enérgicamente hacia abajo para usar la sierrita, cortar el numero y sentarse contento a esperar que lo llamen, se convertía en una danza a la bendita imbecilidad humana.
Yo entré, saqué mi numero, y como estaba repleto de gente, no consegui lugar para sentarme, por lo que como tantos otros, tuve que quedarme parado. Me quedé, al lado de la puerta, a medio metro del aparato de los numeritos. La gente entraba todo el tiempo, y todos iban y sacaban numerito.
Las más increíbles variaciones se sucedían una y otra vez: las personas no entendían el sistema, cortaban el numerito por la mitad (y tenian que sacar otro), tironeaban para abajo y arrastraban cinco numero sin cortar ninguno, tiraban para afuera y sacaban dos (por lo que tenian que darle el numero sobrante a uno que recien llegaba o dejar el numerito indeseado encima de la boca de la maquinita, como ofrenda vengonzosa a su estúpido accionar) y la más boluda de todas: una señora que venia con una bolsa en cada mano, y casi las tira a la mierda a las dos por querer agarrar con una mano el numerito, y con la otra mano, cortarlo y separarlo del posterior, sin usar la práctica sierrita inventada al efecto y adherida al artefacto como una especie de servicio al consumidor.
Alguno podrá retrucarme que era muy temprano, que la gente llegaba dormida o que estaba apurada; también que soy un histérico o que me fijo en boludeces por lo al pedo que estoy. La verdad es que sin ser un histérico, no deja de sorprenderme la increíble forma de actuar de estos seres extraños, enigmáticos y lúgubres que son los seres humanos...