lunes, diciembre 04, 2006

El retorno a casa

Pocos deben entender el porque de Pequeño Nietzsche. Por qué Nietzsche, es una pseudo pregunta que me tomaría muchisimas páginas explicar (si es que puedo). Por algun motivo, siento que no tengo que contestarla; no dar explicaciones, sería algo que el mismo Nietzsche agradecería que no haga en este tema. Por lo pronto, solo traje el tema a colación, para regalarles una gota de la dulce miel de los frutos caidos por accion del viento del norte con bigotes. Respiren aire de las alturas. Agarren el martillo y golpeen ideales. Disfruten. Y digan si.

"¡Oh ser del hombre, extraño ser! ¡Tú ruido en callejas oscuras! Ahora vuelves a yacer por debajo de mí: - ¡mi máximo peligro yace a mis espaldas!
En ser indulgente y compasivo estuvo siempre mi máximo peligro; y todo ser humano quiere que se sea indulgente con él y se le sufra.
Reteniendo las verdades, garabateando cosas con mano de necio, con un corazón chiflado, y echando numerosas mentirillas de compasión: - así he vivido yo siempre entre los hombres.
Disfrazado me sentaba entre ellos, dispuesto a conocerme mal a mí para soportarlos a ellos, y diciéndome gustoso: "¡tú, necio, tú no conoces a los hombres!"
Se desaprende a conocer a los hombres cuando se vive entre ellos: demasiado primer plano hay en todos los hombres, - ¡qué tienen que hacer allí los ojos que ven lejos, que buscan lejanías!
Y cuando ellos me conocían mal: yo, necio, los trataba por esto con más indulgencia que a mí mismo: habituado a la dureza conmigo y a menudo vengando en mí mismo aquella indulgencia.
Acribillado por moscas venenosas y excavado, cual la piedra, por la maldad de muchas gotas, así me hallaba yo sentado entre ellos y me decía además a mí mismo: "¡inocente de su pequeñez es todo lo pequeño!"
Especialmente aquellos que se llaman "los buenos", encontré que ellos eran las moscas más venenosas de todas: clavan el aguijón con toda inocencia, mienten con toda inocencia; ¡cómo serían capaces - de ser justos conmigo!
A quien vive entre los buenos la compasión le enseña a mentir. La compasión vicia el aire a todas las almas libres. La estupidez de los buenos es, en efecto, insondable.
A ocultarme a mí mismo y a ocultar mi riqueza - esto aprendí allá abajo: pues a todos los encontré todavía pobres de espíritu. Ésta fue la mentira de mi compasión, ¡el saber acerca de todos,
- el ver y el oler en todos qué cantidad de espíritu les bastaba y qué cantidad de espíritu les resultaba demasiada!
A sus envarados sabios: yo los llamaba sabios, no envarados, - así aprendí a tragar palabras. A sus sepultureros: yo los llamaba investigadores y escrutadores, - así aprendí a sustituir unas palabras por otras.
Los sepultureros contraen enfermedades a fuerza de cavar. Bajo viejos escombros descansan vapores malsanos. No se debe remover el lodo. Se debe vivir sobre las montañas.
¡Con bienaventuradas narices vuelvo a respirar libertad de montaña! ¡Redimida se halla por fin mi nariz del olor de todo ser humano!
Cosquilleada por agudos vientos, como por vinos espumeantes, mi alma estornuda, - estornuda y grita jubilosa: ¡Salud!"

Nietzsche, F. Así habló Zaratustra. El retorno a casa